Pasó
de su cuarto al baño, se escabulló en su habitación de vuelta y
luego se encerró en el baño otra vez. Cada vez que tenía que salir
Tomás se tomaba su tiempo para llevar a cabo ese ritual que tanto lo
divertía y entusiasmaba. Sonreí mientras acariciaba a Lira y ella
se paseaba entre mis dedos -me ponía feliz verlo así-. Para cuando
Tomi se me unió lucía como todo un caballerito: se había perfumado
y había elegido una delicada camisa y el mejor jean que tenía.
Siempre era la misma historia con él: el pequeño vestía sus
mejores ropas y yo me encargaba de llevar ropa cómoda y para
ensuciar en un bolso. Después de todo sólo era un niño y, si bien
sus hábitos eran bastantes peculiares, correr y ensuciarse seguía
formando parte de su vida. Adoraba curar sus heridas rodillas las
pocas ocasiones en que eso ocurría. Esas pequeñas heridas eran
parte de la vida, del crecimiento y del disfrute, ¿por qué debían
ser algo malo? Las raspaduras y moretones significaban que Tomás
estaba creciendo como cualquier niño de su edad. Lo cierto es que
generaba más temor no verlos.
Guardé unas hojas
de dibujo, un cuaderno con unos textos de la facultad y mi cartuchera
llena de todo lo que podría llegar a necesitar. Tendría que pasar
allí al menos tres horas y debía entretenerme de alguna forma
puesto que socializar no era de mi interés. También guardé una
muda de ropa para Tomás. Miré
a mi padre sentado en el sillón frente a la televisión. Un control
remoto en su mano derecha y una cerveza en la otra bastaba para
alienarlo y mantenerlo en un estado de lejanía escalofriante para
aquellos que lo desconocían. Para mí esa imagen era parte de mi
ruta diaria y en la pintura de mi vida su rigidez y su falta de
emoción eran sólo un detalle al borde del cuadro. Podía estar como
no, su ausencia era igual a su presencia y su existencia no
significaba nada -quizás un número más, un cero innecesario
e inservible-. ¿Acaso alguien vivía dentro de ese
cuerpo o tiempo atrás su ser había dejado abandonada esa cápsula
de carne y pelo?
-Ya
estoy lista, Em -Tomi me alejó de mis pensamientos tironeando de mi
campera.
-Vamos
entonces -le sacudí su corto cabello y él trató de acomodarlo sin
mucho éxito.
-Papá...
-su rostro se movió pero sus ojos no se despegaron de la pantalla,
de la colorida y brillante imagen- Me voy con Tomi, vamos al cumple
de Agus. Es en Funes así que llegaremos tipo cuatro o cinco.
Su
cabeza se sacudió en señal de afirmación y su boca pronunció
torpemente unas pocas palabras: tengan... cuidado... manden sal...
saludos... pásenla lindo...
-Andá
saliendo, Tom, yo ya voy -se alejó y yo me acerqué al asiento donde
un ente reposaba-. Si tanto querés que la pase bien podés
molestarte en ir con él. ¡Sé su padre de una vez! ¿Acaso no te
importa? -murmuré con bronca, sabía que su desinterés hería a
Tomi.
-Hago
lo que puedo -me miró y sus ojos lucieron tan extraños para
pertenecer a una persona con la cual había vivido toda mi vida-. Ya
es grande para que yo le esté atrás.
-¡Claro
que no! Es un niño de 8 años que busca que le estén atrás, lo
necesita como cualquier hijo necesita a su padre.
-Es
mi problema, ¿de acuerdo? -sus ojos se endurecieron, no parecía
haber vuelta atrás- Es mi hijo y yo hago lo que quiero.
-Es
mi hermano y pienso cuidarlo. Yo nunca te tuve pero él no tiene
porqué pasar por lo mismo -enfurecí.
Su
boca se abrió con la intención de reprochar pero prefirió callar
-siempre prefería callar-.
-Hablaremos
luego -murmuró.
-Con
vos todo siempre queda para después. ¿Qué mierda te pasó para que
seas tan mal padre? -le dije sin lograr un gran cambio en él.
No
respondió así que me largué sin decir más, con toda la ira en mi
garganta y con bronca en mi sangre.
Los
árboles y las amplias llanuras verdes comenzaron a aparecer a
nuestros alrededores. Tomás miraba maravillado el campo y yo
escuchaba música con mi Mp3. Black Bird
inundaba mis oídos y yo no podía evitar imaginarme allá afuera,
del otro lado del vidrio. Me
veía parada mirando los
autos pasar, sintiendo ninguna preocupación tan solo pensando en
estar. Allí afuera, sin presiones y sólo libertad... libertad para
hacer lo que mi corazón quisiese. Pintar, escuchar música, leer e
incluso cantar. Sí, poco a poco me acostumbraba a la idea. Aunque
dolía pensar en eso, una fracción de mi cerebro lo hacía. Suspiré
y la
pude ver. Lejos, oculta
detrás de unos pocos árboles y feliz una pequeña ardilla comía
una avellana.
Los colores adquirieron
ciertos matices animados y todo se convirtió en un gran dibujo, en
una gran pintura. Al principio los colores eran los reales, los
verdaderos, los honestos pero poco a poco se mezclaban y se divertían
dejándolo todo al revés. Los árboles adoptaban el color celeste
del cielo y los grandes troncos se teñían de gris como la
ardilla.
El verde se le adhería a la
última
y las nubes se teñían de marrón. Sin embargo, la lógica dentro de
ese sinsentido comenzó a perderse por completo. Los colores lilas,
rojos y fucsias poblaron la escena y todo fue, por unos pequeños
momentos, un gran paisaje fantástico lleno de grandes misterios y de
magia. Dejé de prestarle
atención, sabía que podría conservar la imagen en mi mente hasta
el momento de plasmarlo en el papel.
-¿Falta
mucho? -preguntó Tomi después de que me sacara los auriculares.
-No,
apenas unas cuatro garitas -sonrió-.
Tuvieron suerte de que les tocara un día tan lindo.
El
sol se asomaba amablemente afuera y, si bien el viento permanecía,
el frío no era mortal como
podría haberlo sido para esa época del año.
-¿Tendrán cancha
para jugar al fútbol?
-Probablemente
-reí-. Igual no vas a poder jugar con esa ropa.
-Sé que me trajiste
ropa más cómoda -sonrió ampliamente-. Te conozco mucho.
-Así parece, peque
-desacomodé su peinado otra vez.
-También sé que lo
retaste a papá...
Lo
miré. ¿Acaso en su pequeña cabeza de crío de ocho años cabía
mencionar la discusión
que habíamos tenido con Luis? Tal
vez no en la cabeza de otro niño de esa edad pero sí en la suya.
-No lo reté
-señalé-. Sólo expresé mi punto de vista.
-No quiero que me
defiendas. Estoy bien así.
-No,
Tom. Podrías tener un muy buen padre y una muy buena madre pero te
tocaron ellos
-remarqué-. Me gustaría que tuvieras una mejor infancia de la que
yo tuve.
-Pareciera que no te
das cuenta que aunque vos tuviste esa infancia que tanto odiás sos
una gran persona hoy en día -comentó generándome un gran asombro,
nunca dejaría de sorprenderme.
-No sé si haya
tenido mucho que ver con ellos... -le espeté mientras sus ojos se
tornaban más sabios- Creo que tuve alguna que otra persona para que
me guiara -pensé y esta vez el dolor no fue tan fuerte, fue
tolerable.
-Yo también tengo
alguien para que me guíe, ¿no te parece?
Sabía que se
refería a mí pero me daba algo de pánico pensar que yo me había
convertido en su ejemplo a seguir. No porque no fuera un buen ejemplo
pero sí porque eso depositaba una gran responsabilidad en mí. Una
que iba más allá de llevarlo al colegio, ayudarlo con la tarea o
llevarlo a un cumpleaños. Implicaba que yo me había convertido en
mi tía... Implicaba que dependía de mí y, si bien me era difícil
admitirlo, así había sido desde su más inocente niñez.
-Ya nos tenemos que
bajar -atiné a decir cuando vi que nos acercábamos a nuestra
parada.
Caminamos unos
cuantos pasos y los gritos de unos niños y un poco de música
divertida nos confirmaron que íbamos por el camino correcto.
El sol acariciaba mi rostro y recorría mi cabello, era un hermoso
día para disfrutar del aire libre. Entramos en un pequeño terreno
poblado por un verde césped. Por un lado, había una gran
construcción blanca con puertas de vidrio corredizas. Dentro unas
amplias mesas, algunas para niños y otras para adultos, estaban
decoradas con coloridos manteles. En la otra región, una pequeña
cancha de fútbol donde unos niños corrían captó la atención de
Tomás y sus ojos no se desprendieron de ella. Sonreí al verlo
cautivado por tan bella imagen. Sin embargo, seguí recorriendo el
paisaje hasta reconocer a la madre de Agustín.
-Emma, tenía miedo
que se perdieran en el camino. No estaba segura si Agus les había
dado bien los datos -sonrió apenas me acerqué.
Nos conocíamos. En
todos los actos escolares yo ocupaba un lugar en la sección de los
padres y siempre me sentaba con ella. Era la única que me caía
bien. No haciendo demasiadas preguntas y sólo siendo amable.
-Parece que nos
informó bien -le sonreí-. ¿Dónde está el cumpleañero?
-Anda corriendo por
ahí con sus amigos -señaló la canchita-. Podés ir con él, Tomi.
El niño le sonrió
y salió corriendo. Sus piernas le pedían ejercitarse y estaba en el
lugar indicado para hacerlo.
-Yo después lo
saludo, no quiero molestarlo.
-Vení que te llevo
a tu mesa -me guió hasta dentro de la casa-. Aquí están los primos
de Agus. Te podés sentar con ellos -me guiñó un ojo y se marchó a
seguir saludando a los invitados.
Me senté y saludé
por cortesía. Tendrían entre 25 y 35 años y absolutamente todos
estaban acompañados por sus parejas. No me detuve ni siquiera a
conversar y tampoco me importó si lucía antipática -honestamente
creo que ni deben haberlo notado porque siguieron atendiendo a sus
novios-. Saqué una hoja y me puse a dibujar, la imagen estaba fresca
pero pronto mi mente olvidaría algunos detalles que yo disfrutaba
trazar en la hoja -no quería que eso pasara-. Los colores cobraron
vida y mi paisaje quedó esbozado en poco tiempo. Había que retocar,
siempre había algo que arreglar. Comencé a hacerlo, a presionar con
más fuerza los lápices y a darle mayor brillo a los colores. Al
mismo tiempo, comía chisitos y papitas.
Cuando mi dibujo
comenzaba a convencerme sentí una molesta presencia detrás. Alguien
me observaba o peor, observaba lo que estaba haciendo. Empezaba a
irritarme, sentía sus ojos siguiendo mi mano, persiguiendo todos mis
movimientos e investigando mi accionar. Su
respiración acarició mi cuello y me volteé preparada para atacar
-de manera elegante- a quien había colmado mi paciencia.
Ahí fue cuando lo
vi. ¡Tenía
que estar ahí, él
tenía que estar ahí..!
Mi primera reacción
fue detenerme. No imaginaba encontrarlo allí por nada del mundo, me
había tomado completamente por sorpresa y por unos momentos pensé
qué hacer. ¿Debía saludarlo cortésmente, después de todo estaba
en un cumpleaños, e invitarlo a sentar? ¿Debía ignorarlo, voltear
y seguir con mi dibujo? ¿Debía agredirlo y hacerle un gran
escándalo? ¿Debía abrazarlo porque lo había extrañado? ¿Qué
debía hacer?
-Hola -sonrió
ampliamente como un niño.
Sus dientes blancos
parecieron cautivarme por unos instantes y el poco bello que cubría
su barbilla me pareció extremadamente sexy y atractivo. Sus pelos
revueltos caían en todas las direcciones posibles y sus anteojos lo
hacían ver tan intelectual.
-Hola -respondí
para luego voltearme y seguir dibujando.
Sus ojos se alejaron
y él se sentó al lado mío. Saludó a los demás y comió y bebió
un poco.
-¿Qué hacés acá?
-pregunté sin dejar de dibujar pero encargándome que los demás no
me escucharan.
-Soy el tío de Agus
-me guiñó un ojo-. Vos viniste con Tomi, ¿eh?
-Sí -contesté
fríamente.
Qué cruel que era
el destino, qué feas trampas nos ponía y cómo nos tentaba. Para
cuando terminé mi dibujo él seguía mirándome. Lucía algo alegre
e incluso divertido. Quizás encontraba entretenido el haberme
cruzado allí o sencillamente se comportaba así fuera del salón,
fuera de su yo profesor. Solía comportarse cálido y cercano,
él había sido uno de los pocos con los cuales había logrado
compartir gran parte de mis pensamientos pero las cosas habían
cambiado. Hacía años no ejercitaba esa actividad: charlar con
seriedad sobre lo que pasaba en mi vida, meditar sobre mi accionar.
No estaba dispuesta a comenzar a hacerlo allí y tampoco con él.
-No sabía que
dibujabas tan bien -dijo mientras guardaba la hoja.
-Gracias -respondí
como un reflejo.
-¡Emma! ¡Emma!
-gritaron a la distancia.
Tomás venía
corriendo en mi dirección. Sonreí al verlo: su camisa lucía un
poco desarreglada y sus pelos volaban al viento.
-¿Querés tu ropa?
-le pregunté y él asintió.
-¡Luca! -dijo al
verlo.
-¿En qué andás,
enano?
-Voy a jugar al
fútbol -mostró sus dientes formando una gran sonrisa.
-No creo que puedas
con esa ropa.
-Yo le dije lo mismo
-le di lo que necesitaba-. Preguntá dónde está el baño y
cambiate.
Huyó a gran
velocidad. En ese lugar había cosas más divertidas para hacer que
pasar el tiempo con su hermana mayor y un profesor de música con el
cual no había tenido gran relación. Me acomodé en el asiento y
comencé a sacar las cosas de la facultad, tenía que pasar el tiempo
y distraerme. No estaba dispuesta a relacionarme con él... Quería
pero no estaba dispuesta a hacerlo. Sin embargo, él tenía otros
planes y me lo hizo saber.
-¡No me hagás
esto, Emma! -me dijo- Estuve esperando que terminaras de dibujar y
ahora te vas a entretener estudiando... -tomó mis apuntes y los
ojeó- ¿Estás estudiando esto?
Se los saqué de las
manos bruscamente. ¿Qué sabía él de mí? ¿Por haber compartido
algunas clases privadas de canto creía conocerme? ¿Creía tener
derecho a opinar sobre lo que hacía? ¡No, por supuesto que no! Yo
no le había otorgado ese privilegio.
-Lo que yo estudie
es mi problema, Luca -me enfadé.
-No podés negarte
tanto... Amás tu arte pero perdés tu tiempo con... con fríos e
inútiles números.
Sencillamente se
había pasado. No tenía ningún derecho a recriminarme nada y, si
bien nuestras voces se mantenían bajas, el aire que nos unía se
sentía tenso y molesto.
-Es mi asunto, no el
tuyo -sentencié.
-¿Qué nos pasó,
Em? -preguntó aunque no sé si buscaba una respuesta de mi parte.
Tom me dio su ropa y
yo la guardé. Lo mismo hice con mis cosas de la facultad. Me levanté
y comencé a caminar. No quería sentarme a su lado, su sola
presencia me molestaba. Veía
en él todo lo que hacía tiempo venía bloqueando y rechazando.
-¿A dónde vas?
-A caminar por
ahí... Vuelvo a buscar a Tomi -dije y seguí mi paso, no me
detendría por él.
La verdad desconocía
por completo la zona así que sólo me dediqué a caminar para el
lado contrario a la ruta. Encontré un pequeño sector lleno de pasto
y me recosté allí. No quería hacer cosas para la facultad. Sólo
podía pensar en lo inoportuna que había sido la presencia de Luca.
¿Cómo iba a sospechar que él era el tío de Agustín? Ni en un
millón de años lo hubiera descubierto.
Cerré mis ojos y me
dejé llevar por la suave brisa. El sol calentaba mi cuerpo y el frío
parecía no tener cabida en esa pequeña zona pintada de verde y
celeste cielo. ¡Qué fastidio! Sólo pensar en sus palabras
me hería e irritaba.
-Emma... -su voz,
otra vez él, ¿acaso no pensaba dejarme en paz?
-¿Qué querés?
-esbocé sin siquiera abrir los ojos.
-¿Podemos hablar?
Ha pasado mucho tiempo desde que nos vimos la última vez y cuando
nos vimos esta semana casi que no me diste lugar a decir nada.
-No quiero hablar
con vos.
-¿Qué te hice para
que estés tan enojada conmigo? -se sentó y sentí su piel cerca
mío.
-No estoy enojada,
¿de acuerdo? -me levanté torpemente con mi cara molesta, con mi
típica mirada asesina.
-Puedo notarlo
-comentó y reí.
¿Me había reído?
Sí, lo había hecho. Era culpable e internamente no me sentía mal
por ello. Había sido una forma de aflojar la tensión, de romper el
bloque y sentirme más relajada, más yo -como solía ocurrir
cuando estaba con él-.
-Está bien, estaba
molesta -admití-. Y sigo estando un poco irritada. Es solo que
después de tanto tiempo sin vernos... Hay cosas que me fueron muy
difícil dejar y vos... Nunca más nos vimos... No era correcto...
-Em, somos adultos y
sabemos perfectamente qué fue lo que pasó -señaló-. No estaba
bien que estuviéramos juntos, no era ético... Intenté llamarte
cuando terminaste el secundario pero nunca contestaste...
-Yo... Lo siento,
las cosas se pusieron complicadas, no quería agregar más quilombo a
mi vida.
-Nunca llegaste a
compartir mucho conmigo -enunció con algo de dolor.
-Fuiste con quien
más cosas compartí después de mi... -callé.
-No necesitás
contarme nada que no quieras, Em. Sólo quiero saber cómo has
estado, qué ha pasado en tu vida, porqué te dedicaste a eso -señaló
con asco el bolso.
-Eso fue una
elección...
-Estoy seguro que no
fue tuya. Ambos sabemos que lo odiás...
-Hablemos de otra
cosa.
-¿Seguiste cantando
al menos?
-¿Por qué
preguntás esas cosas? -me levanté dispuesta a marcharme.
-Voy a seguirte a
donde vayas, Em, así que yo que vos me quedaría.
Lo miré, sabía que
estaba dispuesto a hacerlo así que desistí. Me recosté, saqué mis
auriculares y me puse a escuchar música. Lo vi moverse y acostarse a
mi lado. No le presté atención, no me molestaría, sólo debía
viajar a ese mundo hecho de música donde nada importaba.
-Let me riddle
you a ditty it’s just an itty bitty little thing on my mind.
About
a boy and a girl trying to take on the world one kiss at a time.
Now
the funny thing about, ain’t a story without it, but the story is
mine.
And
I wish you could say, that it ended just fine...
La
letra de Happily Ever After de He Is We
me permitía ignorar mi entorno y sólo sentir lo que la música
permitía.
Allí, en mi mundo de notas musicales desconocidas para mí la
felicidad era plena y la molestia desaparecía. Sin
embargo, no todo era perfecto. Con solo retirar un auricular de mis
oídos mi universo desaparecía y era tragado por el vacío sonoro
del resto del mundo.
-Seguís teniendo
una hermosa voz -su cercanía me produjo escalofríos.
¿Había
cantado?
-No
podés no arruinar un momento, ¿verdad? Va contra tu naturaleza,
¿no?
-Basta
ya con esas estupideces, Emma. Pasamos mucho tiempo juntos años
atrás y nunca tuvimos tantas peleas como en estos pocos minutos de
convivencia -se enfadó-.
¿Podemos tan solo sentarnos y hablar un poco?
Me quedé anonadada,
simplemente estupefacta y le hice caso. Me senté y traté de
serenarme.
-Contame
vos de tu vida, así no me irrito por tus preguntas.
-Me parece justo
-sonrió-. Sigo en el Superior, trabajo también en la escuela de
música e intento formar una banda con unos amigos.
-Bastante ocupado.
-No tanto en
realidad, si uno se organiza tiene tiempo para todo -me miró fijo a
los ojos por unos instantes y continuó-. Estuve de novio -algo se
movió dentro mío-. Casi un año... Se fue a vivir al extranjero y
yo no estaba dispuesto a seguirla... Terminamos...
-¿La extrañás?
¿Por qué
preguntaba eso? No quería realmente saber si la extrañaba, no me
interesaba para nada su historia romántica -no con otra chica que no
fuera yo al menos-.
-No en realidad
-suspiró-. Fue lo que fue y terminó cuando tuvo que terminar.
-¿Algo más que
haya pasado?
Esa pregunta podía
traducirse en: cambiemos de tema, no me interesa saber nada de tu
antigua novia.
-No
que recuerde -sonrió y nos mantuvimos en silencio.
Yo
me entretuve cortando el pasto y doblando ramitas y hojitas. Me
sentía bien, algo alterada pero bien.
-Elisa tuvo otra
hija hace poco, conseguí trabajo en la biblioteca Argentina, seguí
pintando, no practiqué mucho canto, me hice amiga de un compañero
de trabajo, sigo detestando a mis padres, empecé a estudiar
Contabilidad este año -escupí trabando cada una de las sílabas
pero a la mayor velocidad que me era posible.
-¡Eso sí que es
mucha información! -rió.
-Yo... -mis ojos se
abrieron como platos.
¿Qué
acababa de hacer? Había
soltado mi lengua, había
dicho demasiado, no con
muchos detalles pero sí con datos certeros. Me había
liberado -aunque aún me quedaba mucho por dejar ir-.
-No pasa nada, Em...
Aunque sí me preocupa que hayas elegidos los números.
Esa vez no me
molestó su comentario, de hecho, me dio el pie perfecto para hablar,
para explicarle qué había pasado.
-En realidad lo hice
para molestar a mi madre... Me insistía que eligiera una carrera y
opté por la de sus sueños, quería que me envidiara por ser eso que
ella nunca pudo ser... Suena estúpido, lo sé.
-Cada uno tiene sus
formas de lidiar con las cosas, algunas pueden ser más alocadas y
otras quizás más comunes -corrió mi mechón turquesa para despejar
mi cara-. Lo que no entiendo es porqué dejaste de cantar. Te
gustaba, yo lo sé.
-No me ha dejado de
gustar, sólo no he encontrado el tiempo.
-El tiempo está
ahí, siempre te espera porque en realidad el tiempo te pertenece a
vos y a nadie más. Sólo hay que organizarse.
-Te extrañaba,
Luca...
-Yo también.
Se
acostó y yo apoyé mi cabeza en su
pecho, no era habitual en mí
pero era agradable esa sensación que recorría todo mi ser. Mi
cabeza danzada al ritmo de su respiración y el calor de su cuerpo se
transmitía al mío. Tomó mi
mano y yo no rechacé su caricia. Yo quería
estar ahí y no me molestaba admitirlo... ¿O
sí? No, no me molestaba...
Author
of the moment, can you tell me do I end up, do I end up happy?
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