Pasado, presente, futuro. Tres caminos: una vida.

domingo, 29 de septiembre de 2013

4.01 - Emma

Pasó de su cuarto al baño, se escabulló en su habitación de vuelta y luego se encerró en el baño otra vez. Cada vez que tenía que salir Tomás se tomaba su tiempo para llevar a cabo ese ritual que tanto lo divertía y entusiasmaba. Sonreí mientras acariciaba a Lira y ella se paseaba entre mis dedos -me ponía feliz verlo así-. Para cuando Tomi se me unió lucía como todo un caballerito: se había perfumado y había elegido una delicada camisa y el mejor jean que tenía. Siempre era la misma historia con él: el pequeño vestía sus mejores ropas y yo me encargaba de llevar ropa cómoda y para ensuciar en un bolso. Después de todo sólo era un niño y, si bien sus hábitos eran bastantes peculiares, correr y ensuciarse seguía formando parte de su vida. Adoraba curar sus heridas rodillas las pocas ocasiones en que eso ocurría. Esas pequeñas heridas eran parte de la vida, del crecimiento y del disfrute, ¿por qué debían ser algo malo? Las raspaduras y moretones significaban que Tomás estaba creciendo como cualquier niño de su edad. Lo cierto es que generaba más temor no verlos.
Guardé unas hojas de dibujo, un cuaderno con unos textos de la facultad y mi cartuchera llena de todo lo que podría llegar a necesitar. Tendría que pasar allí al menos tres horas y debía entretenerme de alguna forma puesto que socializar no era de mi interés. También guardé una muda de ropa para Tomás. Miré a mi padre sentado en el sillón frente a la televisión. Un control remoto en su mano derecha y una cerveza en la otra bastaba para alienarlo y mantenerlo en un estado de lejanía escalofriante para aquellos que lo desconocían. Para mí esa imagen era parte de mi ruta diaria y en la pintura de mi vida su rigidez y su falta de emoción eran sólo un detalle al borde del cuadro. Podía estar como no, su ausencia era igual a su presencia y su existencia no significaba nada -quizás un número más, un cero innecesario e inservible-. ¿Acaso alguien vivía dentro de ese cuerpo o tiempo atrás su ser había dejado abandonada esa cápsula de carne y pelo?
-Ya estoy lista, Em -Tomi me alejó de mis pensamientos tironeando de mi campera.
-Vamos entonces -le sacudí su corto cabello y él trató de acomodarlo sin mucho éxito.
-Papá... -su rostro se movió pero sus ojos no se despegaron de la pantalla, de la colorida y brillante imagen- Me voy con Tomi, vamos al cumple de Agus. Es en Funes así que llegaremos tipo cuatro o cinco.
Su cabeza se sacudió en señal de afirmación y su boca pronunció torpemente unas pocas palabras: tengan... cuidado... manden sal... saludos... pásenla lindo...
-Andá saliendo, Tom, yo ya voy -se alejó y yo me acerqué al asiento donde un ente reposaba-. Si tanto querés que la pase bien podés molestarte en ir con él. ¡Sé su padre de una vez! ¿Acaso no te importa? -murmuré con bronca, sabía que su desinterés hería a Tomi.
-Hago lo que puedo -me miró y sus ojos lucieron tan extraños para pertenecer a una persona con la cual había vivido toda mi vida-. Ya es grande para que yo le esté atrás.
-¡Claro que no! Es un niño de 8 años que busca que le estén atrás, lo necesita como cualquier hijo necesita a su padre.
-Es mi problema, ¿de acuerdo? -sus ojos se endurecieron, no parecía haber vuelta atrás- Es mi hijo y yo hago lo que quiero.
-Es mi hermano y pienso cuidarlo. Yo nunca te tuve pero él no tiene porqué pasar por lo mismo -enfurecí.
Su boca se abrió con la intención de reprochar pero prefirió callar -siempre prefería callar-.
-Hablaremos luego -murmuró.
-Con vos todo siempre queda para después. ¿Qué mierda te pasó para que seas tan mal padre? -le dije sin lograr un gran cambio en él.
No respondió así que me largué sin decir más, con toda la ira en mi garganta y con bronca en mi sangre.

Los árboles y las amplias llanuras verdes comenzaron a aparecer a nuestros alrededores. Tomás miraba maravillado el campo y yo escuchaba música con mi Mp3. Black Bird inundaba mis oídos y yo no podía evitar imaginarme allá afuera, del otro lado del vidrio. Me veía parada mirando los autos pasar, sintiendo ninguna preocupación tan solo pensando en estar. Allí afuera, sin presiones y sólo libertad... libertad para hacer lo que mi corazón quisiese. Pintar, escuchar música, leer e incluso cantar. Sí, poco a poco me acostumbraba a la idea. Aunque dolía pensar en eso, una fracción de mi cerebro lo hacía. Suspiré y la pude ver. Lejos, oculta detrás de unos pocos árboles y feliz una pequeña ardilla comía una avellana. Los colores adquirieron ciertos matices animados y todo se convirtió en un gran dibujo, en una gran pintura. Al principio los colores eran los reales, los verdaderos, los honestos pero poco a poco se mezclaban y se divertían dejándolo todo al revés. Los árboles adoptaban el color celeste del cielo y los grandes troncos se teñían de gris como la ardilla. El verde se le adhería a la última y las nubes se teñían de marrón. Sin embargo, la lógica dentro de ese sinsentido comenzó a perderse por completo. Los colores lilas, rojos y fucsias poblaron la escena y todo fue, por unos pequeños momentos, un gran paisaje fantástico lleno de grandes misterios y de magia. Dejé de prestarle atención, sabía que podría conservar la imagen en mi mente hasta el momento de plasmarlo en el papel.
-¿Falta mucho? -preguntó Tomi después de que me sacara los auriculares.
-No, apenas unas cuatro garitas -sonrió-. Tuvieron suerte de que les tocara un día tan lindo.
El sol se asomaba amablemente afuera y, si bien el viento permanecía, el frío no era mortal como podría haberlo sido para esa época del año.
-¿Tendrán cancha para jugar al fútbol?
-Probablemente -reí-. Igual no vas a poder jugar con esa ropa.
-Sé que me trajiste ropa más cómoda -sonrió ampliamente-. Te conozco mucho.
-Así parece, peque -desacomodé su peinado otra vez.
-También sé que lo retaste a papá...
Lo miré. ¿Acaso en su pequeña cabeza de crío de ocho años cabía mencionar la discusión que habíamos tenido con Luis? Tal vez no en la cabeza de otro niño de esa edad pero sí en la suya.
-No lo reté -señalé-. Sólo expresé mi punto de vista.
-No quiero que me defiendas. Estoy bien así.
-No, Tom. Podrías tener un muy buen padre y una muy buena madre pero te tocaron ellos -remarqué-. Me gustaría que tuvieras una mejor infancia de la que yo tuve.
-Pareciera que no te das cuenta que aunque vos tuviste esa infancia que tanto odiás sos una gran persona hoy en día -comentó generándome un gran asombro, nunca dejaría de sorprenderme.
-No sé si haya tenido mucho que ver con ellos... -le espeté mientras sus ojos se tornaban más sabios- Creo que tuve alguna que otra persona para que me guiara -pensé y esta vez el dolor no fue tan fuerte, fue tolerable.
-Yo también tengo alguien para que me guíe, ¿no te parece?
Sabía que se refería a mí pero me daba algo de pánico pensar que yo me había convertido en su ejemplo a seguir. No porque no fuera un buen ejemplo pero sí porque eso depositaba una gran responsabilidad en mí. Una que iba más allá de llevarlo al colegio, ayudarlo con la tarea o llevarlo a un cumpleaños. Implicaba que yo me había convertido en mi tía... Implicaba que dependía de mí y, si bien me era difícil admitirlo, así había sido desde su más inocente niñez.
-Ya nos tenemos que bajar -atiné a decir cuando vi que nos acercábamos a nuestra parada.
Caminamos unos cuantos pasos y los gritos de unos niños y un poco de música divertida nos confirmaron que íbamos por el camino correcto. El sol acariciaba mi rostro y recorría mi cabello, era un hermoso día para disfrutar del aire libre. Entramos en un pequeño terreno poblado por un verde césped. Por un lado, había una gran construcción blanca con puertas de vidrio corredizas. Dentro unas amplias mesas, algunas para niños y otras para adultos, estaban decoradas con coloridos manteles. En la otra región, una pequeña cancha de fútbol donde unos niños corrían captó la atención de Tomás y sus ojos no se desprendieron de ella. Sonreí al verlo cautivado por tan bella imagen. Sin embargo, seguí recorriendo el paisaje hasta reconocer a la madre de Agustín.
-Emma, tenía miedo que se perdieran en el camino. No estaba segura si Agus les había dado bien los datos -sonrió apenas me acerqué.
Nos conocíamos. En todos los actos escolares yo ocupaba un lugar en la sección de los padres y siempre me sentaba con ella. Era la única que me caía bien. No haciendo demasiadas preguntas y sólo siendo amable.
-Parece que nos informó bien -le sonreí-. ¿Dónde está el cumpleañero?
-Anda corriendo por ahí con sus amigos -señaló la canchita-. Podés ir con él, Tomi.
El niño le sonrió y salió corriendo. Sus piernas le pedían ejercitarse y estaba en el lugar indicado para hacerlo.
-Yo después lo saludo, no quiero molestarlo.
-Vení que te llevo a tu mesa -me guió hasta dentro de la casa-. Aquí están los primos de Agus. Te podés sentar con ellos -me guiñó un ojo y se marchó a seguir saludando a los invitados.
Me senté y saludé por cortesía. Tendrían entre 25 y 35 años y absolutamente todos estaban acompañados por sus parejas. No me detuve ni siquiera a conversar y tampoco me importó si lucía antipática -honestamente creo que ni deben haberlo notado porque siguieron atendiendo a sus novios-. Saqué una hoja y me puse a dibujar, la imagen estaba fresca pero pronto mi mente olvidaría algunos detalles que yo disfrutaba trazar en la hoja -no quería que eso pasara-. Los colores cobraron vida y mi paisaje quedó esbozado en poco tiempo. Había que retocar, siempre había algo que arreglar. Comencé a hacerlo, a presionar con más fuerza los lápices y a darle mayor brillo a los colores. Al mismo tiempo, comía chisitos y papitas.
Cuando mi dibujo comenzaba a convencerme sentí una molesta presencia detrás. Alguien me observaba o peor, observaba lo que estaba haciendo. Empezaba a irritarme, sentía sus ojos siguiendo mi mano, persiguiendo todos mis movimientos e investigando mi accionar. Su respiración acarició mi cuello y me volteé preparada para atacar -de manera elegante- a quien había colmado mi paciencia.
Ahí fue cuando lo vi. ¡Tenía que estar ahí, él tenía que estar ahí..!
Mi primera reacción fue detenerme. No imaginaba encontrarlo allí por nada del mundo, me había tomado completamente por sorpresa y por unos momentos pensé qué hacer. ¿Debía saludarlo cortésmente, después de todo estaba en un cumpleaños, e invitarlo a sentar? ¿Debía ignorarlo, voltear y seguir con mi dibujo? ¿Debía agredirlo y hacerle un gran escándalo? ¿Debía abrazarlo porque lo había extrañado? ¿Qué debía hacer?
-Hola -sonrió ampliamente como un niño.
Sus dientes blancos parecieron cautivarme por unos instantes y el poco bello que cubría su barbilla me pareció extremadamente sexy y atractivo. Sus pelos revueltos caían en todas las direcciones posibles y sus anteojos lo hacían ver tan intelectual.
-Hola -respondí para luego voltearme y seguir dibujando.
Sus ojos se alejaron y él se sentó al lado mío. Saludó a los demás y comió y bebió un poco.
-¿Qué hacés acá? -pregunté sin dejar de dibujar pero encargándome que los demás no me escucharan.
-Soy el tío de Agus -me guiñó un ojo-. Vos viniste con Tomi, ¿eh?
-Sí -contesté fríamente.
Qué cruel que era el destino, qué feas trampas nos ponía y cómo nos tentaba. Para cuando terminé mi dibujo él seguía mirándome. Lucía algo alegre e incluso divertido. Quizás encontraba entretenido el haberme cruzado allí o sencillamente se comportaba así fuera del salón, fuera de su yo profesor. Solía comportarse cálido y cercano, él había sido uno de los pocos con los cuales había logrado compartir gran parte de mis pensamientos pero las cosas habían cambiado. Hacía años no ejercitaba esa actividad: charlar con seriedad sobre lo que pasaba en mi vida, meditar sobre mi accionar. No estaba dispuesta a comenzar a hacerlo allí y tampoco con él.
-No sabía que dibujabas tan bien -dijo mientras guardaba la hoja.
-Gracias -respondí como un reflejo.
-¡Emma! ¡Emma! -gritaron a la distancia.
Tomás venía corriendo en mi dirección. Sonreí al verlo: su camisa lucía un poco desarreglada y sus pelos volaban al viento.
-¿Querés tu ropa? -le pregunté y él asintió.
-¡Luca! -dijo al verlo.
-¿En qué andás, enano?
-Voy a jugar al fútbol -mostró sus dientes formando una gran sonrisa.
-No creo que puedas con esa ropa.
-Yo le dije lo mismo -le di lo que necesitaba-. Preguntá dónde está el baño y cambiate.
Huyó a gran velocidad. En ese lugar había cosas más divertidas para hacer que pasar el tiempo con su hermana mayor y un profesor de música con el cual no había tenido gran relación. Me acomodé en el asiento y comencé a sacar las cosas de la facultad, tenía que pasar el tiempo y distraerme. No estaba dispuesta a relacionarme con él... Quería pero no estaba dispuesta a hacerlo. Sin embargo, él tenía otros planes y me lo hizo saber.
-¡No me hagás esto, Emma! -me dijo- Estuve esperando que terminaras de dibujar y ahora te vas a entretener estudiando... -tomó mis apuntes y los ojeó- ¿Estás estudiando esto?
Se los saqué de las manos bruscamente. ¿Qué sabía él de mí? ¿Por haber compartido algunas clases privadas de canto creía conocerme? ¿Creía tener derecho a opinar sobre lo que hacía? ¡No, por supuesto que no! Yo no le había otorgado ese privilegio.
-Lo que yo estudie es mi problema, Luca -me enfadé.
-No podés negarte tanto... Amás tu arte pero perdés tu tiempo con... con fríos e inútiles números.
Sencillamente se había pasado. No tenía ningún derecho a recriminarme nada y, si bien nuestras voces se mantenían bajas, el aire que nos unía se sentía tenso y molesto.
-Es mi asunto, no el tuyo -sentencié.
-¿Qué nos pasó, Em? -preguntó aunque no sé si buscaba una respuesta de mi parte.
Tom me dio su ropa y yo la guardé. Lo mismo hice con mis cosas de la facultad. Me levanté y comencé a caminar. No quería sentarme a su lado, su sola presencia me molestaba. Veía en él todo lo que hacía tiempo venía bloqueando y rechazando.
-¿A dónde vas?
-A caminar por ahí... Vuelvo a buscar a Tomi -dije y seguí mi paso, no me detendría por él.
La verdad desconocía por completo la zona así que sólo me dediqué a caminar para el lado contrario a la ruta. Encontré un pequeño sector lleno de pasto y me recosté allí. No quería hacer cosas para la facultad. Sólo podía pensar en lo inoportuna que había sido la presencia de Luca. ¿Cómo iba a sospechar que él era el tío de Agustín? Ni en un millón de años lo hubiera descubierto.
Cerré mis ojos y me dejé llevar por la suave brisa. El sol calentaba mi cuerpo y el frío parecía no tener cabida en esa pequeña zona pintada de verde y celeste cielo. ¡Qué fastidio! Sólo pensar en sus palabras me hería e irritaba.
-Emma... -su voz, otra vez él, ¿acaso no pensaba dejarme en paz?
-¿Qué querés? -esbocé sin siquiera abrir los ojos.
-¿Podemos hablar? Ha pasado mucho tiempo desde que nos vimos la última vez y cuando nos vimos esta semana casi que no me diste lugar a decir nada.
-No quiero hablar con vos.
-¿Qué te hice para que estés tan enojada conmigo? -se sentó y sentí su piel cerca mío.
-No estoy enojada, ¿de acuerdo? -me levanté torpemente con mi cara molesta, con mi típica mirada asesina.
-Puedo notarlo -comentó y reí.
¿Me había reído? Sí, lo había hecho. Era culpable e internamente no me sentía mal por ello. Había sido una forma de aflojar la tensión, de romper el bloque y sentirme más relajada, más yo -como solía ocurrir cuando estaba con él-.
-Está bien, estaba molesta -admití-. Y sigo estando un poco irritada. Es solo que después de tanto tiempo sin vernos... Hay cosas que me fueron muy difícil dejar y vos... Nunca más nos vimos... No era correcto...
-Em, somos adultos y sabemos perfectamente qué fue lo que pasó -señaló-. No estaba bien que estuviéramos juntos, no era ético... Intenté llamarte cuando terminaste el secundario pero nunca contestaste...
-Yo... Lo siento, las cosas se pusieron complicadas, no quería agregar más quilombo a mi vida.
-Nunca llegaste a compartir mucho conmigo -enunció con algo de dolor.
-Fuiste con quien más cosas compartí después de mi... -callé.
-No necesitás contarme nada que no quieras, Em. Sólo quiero saber cómo has estado, qué ha pasado en tu vida, porqué te dedicaste a eso -señaló con asco el bolso.
-Eso fue una elección...
-Estoy seguro que no fue tuya. Ambos sabemos que lo odiás...
-Hablemos de otra cosa.
-¿Seguiste cantando al menos?
-¿Por qué preguntás esas cosas? -me levanté dispuesta a marcharme.
-Voy a seguirte a donde vayas, Em, así que yo que vos me quedaría.
Lo miré, sabía que estaba dispuesto a hacerlo así que desistí. Me recosté, saqué mis auriculares y me puse a escuchar música. Lo vi moverse y acostarse a mi lado. No le presté atención, no me molestaría, sólo debía viajar a ese mundo hecho de música donde nada importaba.
-Let me riddle you a ditty it’s just an itty bitty little thing on my mind.
About a boy and a girl trying to take on the world one kiss at a time.
Now the funny thing about, ain’t a story without it, but the story is mine.
And I wish you could say, that it ended just fine...
La letra de Happily Ever After de He Is We me permitía ignorar mi entorno y sólo sentir lo que la música permitía. Allí, en mi mundo de notas musicales desconocidas para mí la felicidad era plena y la molestia desaparecía. Sin embargo, no todo era perfecto. Con solo retirar un auricular de mis oídos mi universo desaparecía y era tragado por el vacío sonoro del resto del mundo.
-Seguís teniendo una hermosa voz -su cercanía me produjo escalofríos.
¿Había cantado?
-No podés no arruinar un momento, ¿verdad? Va contra tu naturaleza, ¿no?
-Basta ya con esas estupideces, Emma. Pasamos mucho tiempo juntos años atrás y nunca tuvimos tantas peleas como en estos pocos minutos de convivencia -se enfadó-. ¿Podemos tan solo sentarnos y hablar un poco?
Me quedé anonadada, simplemente estupefacta y le hice caso. Me senté y traté de serenarme.
-Contame vos de tu vida, así no me irrito por tus preguntas.
-Me parece justo -sonrió-. Sigo en el Superior, trabajo también en la escuela de música e intento formar una banda con unos amigos.
-Bastante ocupado.
-No tanto en realidad, si uno se organiza tiene tiempo para todo -me miró fijo a los ojos por unos instantes y continuó-. Estuve de novio -algo se movió dentro mío-. Casi un año... Se fue a vivir al extranjero y yo no estaba dispuesto a seguirla... Terminamos...
-¿La extrañás?
¿Por qué preguntaba eso? No quería realmente saber si la extrañaba, no me interesaba para nada su historia romántica -no con otra chica que no fuera yo al menos-.
-No en realidad -suspiró-. Fue lo que fue y terminó cuando tuvo que terminar.
-¿Algo más que haya pasado?
Esa pregunta podía traducirse en: cambiemos de tema, no me interesa saber nada de tu antigua novia.
-No que recuerde -sonrió y nos mantuvimos en silencio.
Yo me entretuve cortando el pasto y doblando ramitas y hojitas. Me sentía bien, algo alterada pero bien.
-Elisa tuvo otra hija hace poco, conseguí trabajo en la biblioteca Argentina, seguí pintando, no practiqué mucho canto, me hice amiga de un compañero de trabajo, sigo detestando a mis padres, empecé a estudiar Contabilidad este año -escupí trabando cada una de las sílabas pero a la mayor velocidad que me era posible.
-¡Eso sí que es mucha información! -rió.
-Yo... -mis ojos se abrieron como platos.
¿Qué acababa de hacer? Había soltado mi lengua, había dicho demasiado, no con muchos detalles pero sí con datos certeros. Me había liberado -aunque aún me quedaba mucho por dejar ir-.
-No pasa nada, Em... Aunque sí me preocupa que hayas elegidos los números.
Esa vez no me molestó su comentario, de hecho, me dio el pie perfecto para hablar, para explicarle qué había pasado.
-En realidad lo hice para molestar a mi madre... Me insistía que eligiera una carrera y opté por la de sus sueños, quería que me envidiara por ser eso que ella nunca pudo ser... Suena estúpido, lo sé.
-Cada uno tiene sus formas de lidiar con las cosas, algunas pueden ser más alocadas y otras quizás más comunes -corrió mi mechón turquesa para despejar mi cara-. Lo que no entiendo es porqué dejaste de cantar. Te gustaba, yo lo sé.
-No me ha dejado de gustar, sólo no he encontrado el tiempo.
-El tiempo está ahí, siempre te espera porque en realidad el tiempo te pertenece a vos y a nadie más. Sólo hay que organizarse.
-Te extrañaba, Luca...
-Yo también.
Se acostó y yo apoyé mi cabeza en su pecho, no era habitual en mí pero era agradable esa sensación que recorría todo mi ser. Mi cabeza danzada al ritmo de su respiración y el calor de su cuerpo se transmitía al mío. Tomó mi mano y yo no rechacé su caricia. Yo quería estar ahí y no me molestaba admitirlo... ¿O sí? No, no me molestaba...
Author of the moment, can you tell me do I end up, do I end up happy? 

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