Los
colores se mezclaban violentamente y la fuerza se apoderaba de mi
obra. Había energía en mis dedos y podía sentirla fluir hasta
llegar a la punta del lápiz. Toda la semana el cielo había sido
escenario de una gran batalla: la lluvia y el sol no querían dar el
brazo a torcer y el arco iris intentaba en vano oficiar de mediador.
El clima había generado en mí una violenta sensación que debía
manifestar en el exterior; en el papel. Un poderoso tornado se
acercaba peligrosamente a una pequeña ciudad que había avanzado en
beneficio del tan codiciado progreso y que estaba adornada con altos
edificios y un gran avance tecnológico que se respiraba en el aire.
Podía ser la más evolucionada de las sociedades pero la naturaleza
podía arrasar en poco tiempo con los grandes logros y recordarles su
propio origen.
Suspiré
al ver mi cuadro terminado y apagué la música. Me recosté en la
cama y comencé a pensar. Ese día era sólo para mí y aún no había
decidido qué hacer. Debía estudiar un poco pero la mayor parte del
tiempo me pertenecía, debía aprovecharlo al máximo. Había
comenzado de la mejor manera, jugando con los colores en el papel y
no sabía cómo seguir. Estudiaría a la noche pues la luna me
sentaba bien para concentrarme.
Se
acercaba el mediodía y tampoco quería quedarme en casa a almorzar.
Las comidas en familia nunca habían sido de mi agrado y, después de
la charla con mi padre, estaba segura que los gritos no tardarían en
aparecer.
Miré
mi celular; necesitaba saber cuánto tiempo disponía. Tres nuevos
mensajes, rezaba la pantalla. Mi teléfono no funcionaba
realmente como un medio de comunicación. Su misión principal era
informarme la hora y molestarme cuando mis padres necesitaban algo de
mí. No tenía nadie que me llamara pues Elías y Rosa se comunicaban
directamente a casa. Nunca había sido muy fanática de la tecnología
y el celular significaba una gran irritación en la mayoría de los
casos. No tenía sentido que mi buzón almacenara tantos mensajes y
me fue fácil suponer que la empresa que había contratado me enviaba
propagandas inservibles.
Abrí
el primero y un número desconocido se apropió de la dirección del
emisario: tenemos que salir uno de estos dias, no see nada d tu
vida. Seguro se habían equivocado. Podes contestarme? No te
hagas la mala, salgamos. Esos mensajes no estaban
dirigidos a mí, se habían equivocado sin lugar a dudas. Disculpa,
soy Luca. Mi corazón dio un brinco y mi exterior permaneció
frío e inamovible. ¿Cómo había conseguido mi celular? Sólo había
una respuesta factible, la mamá de Agustín le había dado mi
número.
-¡Emma!
-gritaron a lo lejos.
-¡¿Qué
querés?! -respondí a mi molesta madre.
-¡Necesito
que vayas a comprar comida!
Sólo
había una forma de escapar y debía aprovecharla. Te veo en una
hora en España y el río, respondí. Me abrigué rápidamente,
tomé algo de dinero y guardé mi mp3. Abrí la puerta y me escabullí
hasta la entrada.
-No
puedo, Elisa. Salgo con un amigo, vengo a la noche -le dije mientras
partía.
-¿Por
qué no avisás ant..?
No
dejé que terminara de hablar. Quería huir de allí y no podía dar
pie a quejas. Mis oídos se maravillaron con la voz de Florence Welch
entonando las notas de una de las mejores canciones que Florence +
the Machine podía tener: Shake It Out.
“And
I've been a fool and I've been blind
I
can never leave the past behind
I
can see no way, I can see no way
I'm
always dragging that horse around”
Sus
palabras me guiaron hasta mi destino, lejos de mi hogar pero no lo
suficiente como para convencerme de tomar un colectivo. Mis piernas
estaban entrenadas para largas distancias y mi mente necesitaba
recorrer el sendero. Sentía fuertes deseos de alejarme por mi propia
voluntad de ese mar de problemas en el que se había convertido mi
hogar. Mi cabeza me exigía huir y escapar de los problemas, negar mi
realidad y crear una fantasía de mi propia autoría. Cuando caminaba
solía pensar que mi vida no era mía sino una mala broma de mi
atropellada mente y que realmente mi realidad era absolutamente
distinta.
Mi
realidad no real era más bella que la que me golpeaba todas las
mañanas al apoyar mis pies en el suelo. Solía pensar que vivía
sola y que Lira y un pequeño cachorro adoptado recientemente eran mi
única familia. Solía imaginar que trabajaba en la biblioteca y que
los fines de semana en la noche me presentaba en bares cantando con
una banda que había formado en el último tiempo. Solía alejar
todos mis problemas al caminar porque los dejaba atrás. Mis pasos me
guiaban lejos de la telaraña que me apresaba y asfixiaba. Me
alejaban de la mierda a la que me había acostumbrado pero rechazaba
siempre que podía.
El
parque lucía desolado, realmente no había notado que no sólo
estaba fresco sino también nublado. Luca no había llegado y dudada
que realmente lo lograra. Me senté y abracé mis rodillas. El río
era mecido suavemente por el viento y el gris del cielo lograba que
todo luciera más apagado y real. Comenzaba a dudar que viniera.
Había creído ingenuamente que respondería a un mensaje tan
violento y directo con una sonrisa y compañía. No tenía derecho a
pedirle eso, no podía exigirle nada.
-Perdón
por la demora -murmuró al sentarse a mi lado-. Fui a comprar algo de
comida. Supuse que no habías comido -sonrió.
Dejó
una pizza y una gaseosa en el suelo. No lo había notado pero
comenzaba a tener hambre y el olor a comida no ayudaba.
-¿Querés
que la comamos ahora? Recién la compré y está calentita -comentó.
-Me
parece perfecto -respondí y ataqué una tentadora porción-. ¿No
tenías nada que hacer? -pregunté irritantemente.
-Me
pediste que viniera y acá estoy -respondió-. ¿Cómo estás?
-Bien
-miré el río que cada vez era agitado más fuerte por el viento, ya
no lo acariciaba ahora lo violentaba.
-Me
alegro -sonrió.
Terminamos
de comer la pizza en silencio. No sé qué buscaba él pero yo estaba
bien así; era el precio que pagaba por huir de mi realidad.
-¿Cómo
te va en la facultad? -murmuró- No es que realmente me agrade tu
decisión pero... la respeto.
-Me
va bien -comenté desganada-. En unas semanas empiezo con los
finales.
-Que
horrible -expresó.
-Sí
-asentí, no quería hablar, sólo quería estar.
-¿Para
qué me dijiste que viniera? -preguntó dejando a un lado la caja de
pizza y la botella de gaseosa vacía.
-Tenía
que alejarme de casa -contesté-. Acá se está mejor que allá... En
cualquier lugar se está mejor que allá.
-Eso
no es una respuesta.
-Te
usé para irme a la mierda -murmuré-. Yo diría que es una buena
respuesta.
-Podrías
haber mentido pero no lo hiciste...
No
podía refutárselo porque estaba en lo cierto.
-Preferiste
salir conmigo en vez de vagar por la ciudad... -murmuró- y sé que
solés hacer eso.
-¿Y
vos cómo lo sabés?
-Porque
lo hacías cuando estabas en el secundario... Quizás no lo recordés
pero nos cruzamos varias veces por la ciudad.
-No
te quería hacer sentir mal después de los mensajes que me mandaste.
-¡Emma!
No empecés otra vez con eso de herirme porque no te va a salir bien
-se quejó-. ¿Tan difícil te es aceptar que querías algo de
compañía?
-No
quería compañía -me irrité-. Quería estar sola, disfruto mucho
de mi soledad. ¿Eso solía hacerlo cuando estaba en el secundario?
Una
gota recorrió mi rostro y otras no tardaron en unírseles. Comenzó
a llover pero no me moví de allí. Quería que el agua acariciara mi
piel y me cubriera de frío y temblores. Quería tener algo más en
qué pensar y el frío helaba todo mi alrededor. Él tampoco se movió
de mi lado y sólo guardó silencio. No tenía porqué quedarse bajo
el agua, no tenía porque enfriarse con fuertes posibilidades de
enfermarse pero aún así permanecía a mi lado.
-No
estás sola, Em -susurró algo fuerte porque la lluvia no permitía
oír bien-. Tenés mucha gente que te quiere a tu alrededor pero no
te das cuenta -continuó-. No tiene nada de malo querer compañía y
menos pedirla.
-Pues
yo no la quiero, yo quiero sólo estar sola -casi le grité.
-¡Emma!
-me gritó y volteó- Perdoname...
Sus
labios se unieron a los míos y sus brazos me cubrieron. El frío
estaba desapareciendo de mi ser y el calor que producía nuestro
contacto comenzaba a apoderarse de mí. Nos separamos y rápidamente
apoyé mi cabeza en su hombro, no quería verlo pero no quería que
se fuera. Quería quedarme allí, apresaba entre sus brazos,
prisionera de su calor. El calor humano que todos tenían pero yo
creía mi ser había dejado de producir. Me abrazó con más fuerzas
y la lluvia y su protección me permitieron llorar. Mi cuerpo
descargaba
la tristeza pero no sentía que realmente llorara porque las gotas y
mis lágrimas se unían en el recorrido. Me
alejé de todo y sólo sus brazos y mi cuerpo poblaron mi mente.
And
it's hard to dance with a devil on your back
so
shake him off.
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